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martes, 23 de septiembre de 2008

Nunca Olviden...

Hace muchos años, aun niño, producto de una conmoción me prometí que nunca olvidaría.
Es una decisión muy complicada ¿saben?. Arrojamos a la memoria todo lo que encontramos, a veces sin reparar en lo lanzado. Nos parece un saco sin fin en que guardar todo, lo bueno y lo malo. Pero no es así. El saco se rompe y lentamente se van cayendo los recuerdos y dejamos una estela de memorias a través del camino que recorremos en la vida.

Por mi parte, me he convertido en un coleccionista de recuerdos.
Otras personas coleccionan estampillas, monedas extranjeras, cartas magic.
Yo colecciono recuerdos.
¿Es bueno o malo o tonto?, juzguenlo ustedes. Pero no quiero olvidar. No he olvidado ninguna alegría, ninguna mezquina felicidad ni ningún dolor masticado en soledad. No he olvidado a ningún amigo ni a ningún enemigo. Tengo catalogada en mi memoria cada herida, rasmillon, golpe y cuchillada que ha lacerado mi piel, pero también mi corazón.

No quiero olvidar.
Porque los recuerdos son lo que nos queda de lo que hemos vivido y si los perdemos es un trozo de nuestra vida el que se va. Y una vez que caen del saco, no vuelven.

Por eso olvidar es como morir de a poco, y es la forma mas horrible de morir.

Pienso que todo lo verdaderamente grande que ha creado el ser humano; las Pirámides, el Partenon, el Réquiem de Mozart, El Quijote, Macbeth, las lenguas y las ideo lenguas, el Coloso de Rodas, el Coliseo, la Revolución Francesa, el Final Fantasy VII, Sin City y tantas otras creaciones, son solo un desgarrador y valiente desafió al tiempo y al olvido.
Un abrazo a Mnemosine.
Una bandera de esperanza para escapar de la muerte y trascender y ser recordado.

Por eso siempre pienso en los egipcios, los romanos, los hebreos y los griegos.

En Gesualdo y en el manco Cervantes, pero también en los chicos de Square y en Yoshitaka Amano y Frank Miller.

Y nunca, nunca olvidare al viejo Minó, que en diciembre de 2001 se quemo a lo bonzo frente a nuestro palacio de gobierno, ni a su carta de despedida, que terminaba en tristisima frase; "Mi alma que desborda humanidad, ya no soporta tanta injusticia".